miércoles, 20 de junio de 2012

Café.

Él la mimaba, y ella se dejaba mimar. Tan sencillo como eso. Esa era una regla de oro en la vida de Ángela, siempre lo fue desde que el accidente de Ernie hizo que su mundo se desvaneciera y ella se marchara a la gran ciudad con Aldo. Recibir, pero no dar. Aprendió luego a dejar entrar a la gente a su vida, por supuesto, pero primero Aldo y luego Sergio acabaron por colmar su paciencia y sus ganas de seguir intentando luchar contra lo que parecía el destino escrito a fuego en lo más profundo de su piel: que estaba hecha para estar sola. Y se acostumbró, se acostumbró a ver a la gente entrar y salir de su vida como si nada importara, como si no doliera, como si el resto del mundo realmente pensara que a ella no le doliera nada. Pero todos sabemos que Ángela es sólo coraza, ¿de verdad alguien se cree que las ojeras que vistes son por insomnio y no por las lágrimas que dejas caer noche si y noche también? Hace tiempo que nadie la cuida, nadie la mima, ni la acaricia como si ella fuera una dulce gatita en busca de cariño, antes de sacar las garras y volver a la carga.
Pero ahora Ángela sólo suspira cuando, al salir de la ducha, se encuentra a Nat media tumbada en el sofá, con la cabeza apoyada en el hombro del chico que parecía llamarse Alberto, y se da cuenta una vez más de que está sola.

- ¿Piensas adueñarte de mi casa? Pensaba que al menos me pedirías permiso o algo, qué se yo... - Cruza los brazos, aún apoyada contra el marco de la puerta, tratando de aparentar ser más dura de lo que ahora mismo se siente capaz de ser, y parece que Natalia se da cuenta porque sólo es capaz de reírse antes de sacudir la cabeza y ponerse cómoda. - ¡Ni tú te crees que con sólo una ducha te vayas a volver la reina del blues, cariño! Anda, siéntate aquí antes de que tenga que ir a buscarte yo... - Una vez más Ángela cruza la mirada con la de Alberto, y por primera vez él parece sonreír, pero tan sólo por un segundo, tan poco que Ángela siente que se lo ha imaginado, y se gira para caminar hacia la cafetera y prepararse un cappuccino. Lo necesita. Necesita el café para dominar la cantidad de ideas absurdas que corren por su mente de repente, el surrealismo que rodea su vida. - Que nos conociéramos hace tiempo no te da derecho a tomar mi casa por la fuerza. - Grita por encima del ruido de la cafetera. - Que tus padres estén preocupados por ti, sí, así que mejor no lo intentes que ya vas con retraso.

Tumblr_m4q1fgww1j1qjl59go1_500_largeÁngela deja caer la taza sobre el mármol de la cocina, con suerte sin derramar gran parte del contenido. Sus padres estan preocupados por ella. Nat lo sabe. Nat los conoce. Por eso ella la conoce. Por eso ella sabe de su vida, de sus errores, de cómo hace demasiado tiempo que ella no es ella misma. Natalia no es una desconocida que aparece de repente en su vida para salvarla. Natalia es parte de su vida, de cuando era joven, dulce, cariñosa y se preocupaba por la gente. Natalia la conoció antes de perder a Ernie, antes de mudarse a la capital y tratar de convertirse en quién debía haber sido desde un principio, no la tonta princesita que ayudaba a todo el mundo sin dudar, sino la mujer hecha y derecha que sabe cuidarse de si misma. La persona que no es ahora.- Decirme que me conocías "de antes de que yo dejara la universidad" es un poco inexacto, ¿sabes? - Coge de nuevo la taza, limpiando con un paño todo lo vertido antes de caminar hasta el sofá y sentarse al lado de la chica. En un primer momento se queda así, estática e incómoda, pero sólo un sorbo de café y una mirada a los dos chicos que pierden la suya en el televisor basta para que ella suba los pies también sobre el sofá y se acomode un poco más. - Buena chica. - Nat sonríe y le besa la frente, guiñándole un ojo antes de devolver la mirada a la pantalla. - Bienvenida a casa, soldado. 

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