domingo, 22 de febrero de 2015

(Torn)ado

Angie está cansada. Harta de los golpes de la vida, que en vez e darle un toque de atención de vez en cuando la ha subido a un ring de boxeo y está cerca de noquearla con tantos golpes al pecho. Está harta de permitir que la gente se acerque a ella, toque su corazón y luego se largue cuando más ayuda necesita. Está harta de darlo todo. Y harta de la casa. De su cuarto. De su vida. Y de todo.

De repente, arrastra con sus manos todo lo que hay sobre el escritorio, con rabia. Lo mismo hace con cada mesa que ve en su cuarto, con la estantería, el armario. Todo se va al suelo sin dudarlo, sin importar qué se puede romper o qué no. Vuelca la cama, golpea todo lo que ve, rompe fotos e incluso arranca las cortinas.

Y sólo cuando no queda nada quieto en el cuarto es cuando se da cuenta de que está llorando, de que ha estado gritando, de que algún cristal roto le ha cortado el brazo al rozarlo...

Sólo entonces se da cuenta de que ha tocado fondo.