lunes, 2 de enero de 2012

Música en el tercer piso.

Por mucho que le costara admitirlo, Aldo estaba haciendo realmente un buen trabajo con ella. La amistad entre ellos había desaparecido, y ella le miraba con rencor cada vez que él entraba a su casa, recordando todas y cada una de las noches que se pasó llorando por su culpa, todos y cada uno de los días que necesitó a Sergio para seguir adelante (pero él ya no está aquí).

Pero eso no cambiaba el hecho de que ella seguía viva gracias a él. Cada mañana era él quién la despertaba, quién la obligaba a ducharse y desayunar, quién la acercaba al hospital para sus sesiones... Cada tarde la iba a buscar, le preparaba el almuerzo, e incluso vigilaba que comiera. Estaba tan pendiente de ella que no fueron pocas las veces que Eliza apareció allí en busca de explicaciones, de razones que explicaran por qué su novio casi no aparecía por casa.

Pero es que todo el mundo sabe ya que Ángela puede ser un agujero negro en tu vida: Lo absorberá todo y se quedará esperando más. Y ya todos saben que Aldo no puede decirle que no, aunque ella no abra la boca. Esto viene de mucho, mucho más atrás, y nadie podría cambiarlo por mucho que lo intentaran. Y querida, si pensaste que hacerle desaparecer de su vida durante un año te aseguraba la vida eterna con él, ¡qué equivocada has estado!

Los días seguían pasando. Él se encargaba de ella con esmero, como siempre lo había hecho. Un par de semanas despues de aquel primer encuentro, de aquella primera mirada al vacío que él había creado en la vida de Ángela, Aldo se atrevió a encender el equipo de música, dejando que todo el piso sintiera los sonidos de grupos que sólo ella parecía conocer en una ciudad tan poco cosmopolita como era aquella. Ella no dijo nada, no se quejó, nada. Siguió sentada en el taburete tomando su desayuno, y al terminar se volvió a su cuarto como siempre. Pero había cambiado algo y él lo sabía. Y cuando fue en busca de la compra, los vecinos, en vez de reprocharle lo alto que estaba el volumen, sólo le sonrieron, como si tratasen de decirle "Vamos, tú puedes, sigue, sálvala". Ése era su objetivo. Salvarla. Devolverla a la vida.

Lástima que a veces los objetivos no sean los mismos.