Cabrón. El sonido del móvil la despierta, y después de leer el mensaje le es imposible volverse a dormir. Piensa en levantarse y dejarse caer dormida en el marco de la ventana, pero hasta algo tan simple como eso le trae malos recuerdos, así que se queda durante un rato sentada allí, en la cama, con la espalda contra la pared y respirando tan hondo como puede para no empezar a hiperventilar. Cabrón. ¿Ahora la echa de menos? Sigue respirando hondo, Ángela, no dejes que esto te desborde.
Pero la niña que hay en su interior parece reírse de ella, y acaba por golpear las mantas hasta lograr salir de la cama, huyendo como puede de todos los recuerdos que su habitación le trae. Sin embargo salir al pasillo sólo le trae más y más recuerdos, y cada vez se siente más y más ahogada, no puede más, no quiere poder más, así que se pone sobre el pijama un chándal y sale corriendo del piso, trastabillando en las escaleras y golpeándose contra la pared tras caer un par de escalones. Llora, y llorando se da cuenta de que está hiperventilando y ya hasta ve borroso, y eso la hace llorar más. Llega como puede a la calle y para un taxi con aspavientos, teniendo la suerte de que el hombre se da cuenta de su estado y la lleva casi volando al hospital. Allí finalmente se desploma, quizás por cansancio, quizás por la medicación que le acaban de inyectar, quién sabe, Angie sólo sabe que en sus sueños sale el maldito mensaje, pero ya no son letras parpadeantes en la pantalla de un teléfono, sino él mismo, en cuerpo y ¿alma? susurrándole al oído cosas que ella nunca más creerá.
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