miércoles, 3 de octubre de 2012

Cabrón.

[SMS] Era más facil aguantar el silencio cuando lo ahogabas tú a base de risas, canciones y palabrotas.

Cabrón. El sonido del móvil la despierta, y después de leer el mensaje le es imposible volverse a dormir. Piensa en levantarse y dejarse caer dormida en el marco de la ventana, pero hasta algo tan simple como eso le trae malos recuerdos, así  que se queda durante un rato sentada allí, en la cama, con la espalda contra la pared y respirando tan hondo como puede para no empezar a hiperventilar. Cabrón. ¿Ahora la echa de menos? Sigue respirando hondo, Ángela, no dejes que esto te desborde.
Pero la niña que hay en su interior parece reírse de ella, y acaba por golpear las mantas hasta lograr salir de la cama, huyendo como puede de todos los recuerdos que su habitación le trae. Sin embargo salir al pasillo sólo le trae más y más recuerdos, y cada vez se siente más y más ahogada, no puede más, no quiere poder más, así que se pone sobre el pijama un chándal y sale corriendo del piso, trastabillando en las escaleras y golpeándose contra la pared tras caer un par de escalones. Llora, y llorando se da cuenta de que está hiperventilando y ya hasta ve borroso, y eso la hace llorar más. Llega como puede a la calle y para un taxi con aspavientos, teniendo la suerte de que el hombre se da cuenta de su estado y la lleva casi volando al hospital. Allí finalmente se desploma, quizás por cansancio, quizás por la medicación que le acaban de inyectar, quién sabe, Angie sólo sabe que en sus sueños sale el maldito mensaje, pero ya no son letras parpadeantes en la pantalla de un teléfono, sino él mismo, en cuerpo y ¿alma? susurrándole al oído cosas que ella nunca más creerá.
Despierta al día siguiente, y tras recibir instrucciones del médico de guardia que la atendió, se deja arrastrar por Natalia hasta el coche, en silencio. Ángela no sabe cómo ha llegado Natalia hasta allí, quién le dijo que la fuera a buscar, o por qué no la está bombardeando con preguntas sobre qué le provocó aquella ansiedad, pero sigue cansada, y ella tampoco pregunta. Se queda mirando a la nada con la cabeza apoyada en el cristal, y repite el ritual al llegar al piso, de nuevo en pijama, de nuevo en el marco de la ventana, de nuevo mirando a la nada, casi dormida. Y, de nuevo, después de tanto tiempo, sintiendo sus lágrimas pegándose al cristal. Cabrón.

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