jueves, 1 de enero de 2015

No hay titulo para esta declaración.

Sola es más feliz, y lo sabe. Lo sabe, lo siente así cada vez que se hace el silencio, cada vez que el piso se queda vacío, cada vez que lo único que enturbia sus pensamientos es el sonido de la música que nace de algún punto de la casa, esa música elegida por ella, sea para animarla o para deprimirla aún más.

El silencio no la traiciona, no la usa, no la convierte en un objeto sin sentimientos como sí hace la mayor parte de las personas que la conocen. Todos, piensa nuestra Angie, ¿y quién soy yo para corregirla sino sólo un humilde narrador de las penas y alegrías de la niña? Ella quiere estar sola, quiere hacerse daño estando sola, o emborracharse, o ser feliz, ¿qué más da si todo es lo mismo? Ángela querida, no te hagas esto...

En el momento en el que la felicidad y la desgracia empezaron a ser la misma cosa, una parte de Ángela murió. Pero de eso hace tanto, tanto tiempo, que en parte ella ya ni sabe ser feliz. Sólo sabe seguir adelante buscando esa parte de sí misma en todo lo que cree que la puede ayudar. Necesita de corazón a alguien que la ayude, que la empuje en otra dirección, pero siempre que encuentra a la persona que sabe hacerlo, ve como otra mujer se lo lleva de la mano, eliminando cualquier posibilidad de ser feliz.

Y da igual cuantas veces le diga el mundo que la felicidad no la da otra persona, ella sabe que su pedacito de corazón lo tiene otra persona y lo necesita. Lo quiere de vuelta, y no parará hasta encontrarlo.

Hasta que deje de lamerse las heridas y sea otra persona quien le seque la sangre de las muñecas.

O hasta que no quede sangre que secar.

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